Mitos y realidad acerca de los antibióticos
Los antibióticos son sustancias usadas en medicina para atacar bacterias patógenas (que causan enfermedad) y restaurar la salud de personas y animales. Su desarrollo farmacológico fue un hito de la mayor importancia en la salud individual y poblacional, que cambió la historia natural de muchas enfermedades antes frecuentemente mortales, y salvó y seguirá salvando incontables vidas.
Hay varios mitos o errores conceptuales sobre los antibióticos, bastante difundidos, y que merece la pena confrontar con la verdad tal como la conocemos hasta ahora. Conocer más sobre este tema puede servir para que podamos cumplir mejor los tratamientos y entender los por qué de las indicaciones médicas.
El mito de la invención humana de los antibióticos
Resulta que quienes inventaron los antibióticos y los mecanismos de resistencia a los mismos fueron las propias bacterias, hace nada menos que entre 2000 y 2500 millones de años. Las bacterias se han estado matando entre sí con antibióticos y se han protegido de ellos desarrollando resistencia durante todo ese tiempo. Y recién en los primeros años del siglo XX se desarrolló el primer antibiótico sintético clínicamente útil que fue seguro y eficaz.
En 2011 se pudo hacer un estudio con bacterias que habían estado aisladas durante 4 millones de años en unas cuevas de Nuevo México. Los investigadores cultivaron esas bacterias y las analizaron: encontraron que cada cepa era resistente al menos a un antibiótico moderno, y que la mayoría eran multirresistentes, no sólo a antibióticos naturales sino a algunos que fueron creados y sintetizados por primera vez después de 1960.
Pero ¿por qué las bacterias desarrollan antibióticos? Como dijimos, para matarse entre ellas cuando compiten por alimento y espacio vital, como cualquier especie. Los antibióticos interfieren con las vías bioquímicas propias de las bacterias. Algunos directamente las matan, otros las debilitan impidiendo que usen nutrientes o que generen energía, otros impiden que se reproduzcan. En 2 mil millones de años de guerra entre bacterias, los microbios ya han desarrollado antibióticos para atacar todas las vías bioquímicas posibles y también mecanismos de resistencia para proteger cada una de esas vías.
Por lo tanto, sabemos que en la naturaleza ya existen mecanismos de resistencia a antibióticos que aún no hemos inventado. La resistencia es inevitable.
El mito de que solamente es el uso inadecuado el que produce resistencia
Como hemos dicho, la resistencia es inevitable. No es el uso inadecuado el que la provoca, sino simplemente, el uso: los microbios resistentes sobreviven al antibiótico, y se va produciendo una presión selectiva que favorece a esos resistentes. Con el tiempo, quedan solo o principalmente gérmenes resistentes al antibiótico que usamos, y éste deja de ser útil.
El problema del uso inadecuado es que generamos resistencia sin obtener ningún beneficio a cambio: cuando se hace un uso adecuado, estamos consiguiendo curar una enfermedad. A nivel individual y poblacional, tenemos un beneficio muy importante, que no existe cuando se hace un uso inadecuado y solamente obtenemos el perjuicio de acelerar la formación de poblaciones bacterianas resistentes.
El mito de que siempre se debe completar hasta la última dosis del tratamiento indicado, aunque ya hayan desaparecido los signos y síntomas de infección.
Es una creencia profundamente arraigada pero que no cuenta con ningún dato que la respalde. Supone que continuar con el tratamiento más allá de la resolución de los síntomas evita o reduce la aparición de resistencia.
Por el contrario, repetidamente los estudios han mostrado que los tratamientos más cortos, que se dan por terminados cuando hay mejoría clínica, tienen menos probabilidad de generar poblaciones bacterianas resistentes. Y esto es así para todo tipo de infecciones bacterianas agudas. El caso de las infecciones crónicas (como tuberculosis, osteomielitis, etc.) es completamente distinto y no se aplica el mismo criterio.
Las terapias de ciclo corto en infecciones bacterianas agudas pueden ser igual de efectivas y generan menos aparición de resistencia que las terapias de ciclo más largo.
Los pacientes deben llamar al médico cuando se sienten mejor y los síntomas desaparecen, para que determine si se pueden suspender los antibióticos tempranamente. Se trata de personalizar la duración de la terapia, en vez de extenderla a todos por igual, quizás innecesariamente.
El mito de que cuando surge resistencia a los antibióticos es porque hubo mutaciones en el lugar de la infección.
Esto puede ser cierto en el caso de la tuberculosis, pero no en las infecciones bacterianas agudas. Como vimos, hay mecanismos de resistencia preexistentes, y los tratamientos con antibióticos previos pueden haber seleccionado – en el paciente o en quien transmite la enfermedad – poblaciones bacterianas resistentes. Las bacterias, muchas de las cuales viven en el intestino o la piel formando parte de la flora normal, pueden intercambiar material genético de los mecanismos de resistencia preexistentes.
Después de una exposición a antibióticos por una infección cualquiera, hay cepas de bacterias de la flora normal que pueden haber quedado integradas principalmente por gérmenes resistentes. Estos gérmenes pueden causar infecciones en el futuro o propagarse a otras personas en hospitales o en la comunidad.
Dra. Claudia Pennacchioni
Asesora Médica de OSPe.